27 de enero de 2025

Nos escapamos a Venecia

Cuando pensamos en ir a Venecia en enero, más de un pensamiento era parecido a "¿estamos locos?" . Pero la idea de pasear por la ciudad sin multitudes, con ese aire misterioso y húmedo de invierno, nos  convenció. Así que allá fuimos: dos adultos, un niño de 7 años y unas mochilas cargadas de gorros y guantes.

Llegamos a la estación de tren desde Roma, donde habíamos estado los días previos que ya os conté AQUÍ . Nos dirigimos a nuestro hotel, el Hotel Centrale,  que está en la zona no turística de la ciudad , pero que tiene un bus justo en la puerta que te lleva la estación de autobuses que hay en la entrada "turística" de la ciudad. 

Puesto que vamos a estar unos días por aquí nos dirigimos a un estanco a comprar unos tiquets para 3 días donde puedes usar el transporte público de manera ilimitada y que sirven para los vapporeto con los que también puedes moverte por los canales venecianos.

Aun con lluvía, niebla y ese olor a agua salada que te llaga de todas partes nos vamos a ver la ciudad. Las góndolas nos sorprenden medio dormidad pero aún así Venecia no se anda con rodeos: en cuanto pisas el primer puente ya estás en otro mundo. Si además le sumas las luces y el anochecer tienes un extra de entusiasmo.


Nuestro plan inicial era "no tener plan" lo cual funcionó de maravilla. Andamos sin rumbo, seguimos nuestro instinto, luego seguimos las indicaciones que nos daba nuestro estómago para encontrar un lugar para cenar y finalmente poniendo una dosis de consciencia de nuestro bolsillo (los precios de Venecia son de susto) encontramos un estupendo restaurante para coger energia y calor.

Ya sólo los escaparates son un entretenimiento:  preciosas máscaras, cristales de colores, moda intocable pero preciosa, comida estupenda, dulces para alegrar el estómago, todo a nuestro alcance de turistas sin rumbo!

Para mi era mi tercera vez en esta ciudad: una primera muy lejana que representó una escapada con amigos desde Milán, ahí por el 2005; otra en furgo como parada de camino en furgo hacia Croacia que os expliqué AQUÍ en 2015 y esta con mis amores en 2025. Quien sabe si en 2035 volveremos nuevamente pues esto va de años con 5.

Al día siguiente fué el día "turístico", pero con niño y modo relax. Madrugamos un poco (bueno, lo intentamos) y decidimos que aún con frío no podíamos perdernos una vuelta inicial con luz por los canales.

De ahí nos fuimos directos a la Plaza de San Marcos, que en enero tiene otro aire: silenciosa, con las palomas medio dormidas y sin esas multitudes que suelen llenarla.



Entramos en la Basílica de San Marcos, donde nuevamente nos indican que los precios para niños son hasta los 6 años. Nuestro hijo, que no siempre es amante de las iglesias, se quedó embobado mirando los mosaicos dorados del techo (¡parece brilar con luces!).

Las fotos de rigor en la parte superior no faltaron y las vistas del Ayuntamiento y el Palacio Ducal son para recordar.

Después dimos la vuelta por los alrededores del Palacio Ducal y el Puente de los Suspiros donde las historias se acumulan según las leyendas de la ciudad.

Llega la hora de hacer un tentempié, elegimos una pizeria de la zona y luego nos vamos a hacer un postre al Caffe al Ponte del Lovo que ya habíamos visto en algún callejeo inicial. Elegir cafeteria en la ciudad es sencillo, puesto que todas son deliciosas pero elegir el sabor del cannoli que prefieres comer no es una tarea fácil.


Toca callejear y ver los rincones de la ciudad sin demasiado rumbo, y es que es un placer tras otro el dedicarte a caminar sin más.



Hay mil rincones con encanto.  No puedes parar de hacer fotos, de observar los colores, de jugar con las luces, de emocionarte con el paisaje y de disfrutar de una ciudad que por el hecho de ser enero, está vacia de aglomeraciones pero llena de momentos para recordar.


Y es que Venecia nos envia mensajes que debemos escuchar.....

Al atardecer nos dirigimos al hotel para descansar un poco y cambiarnos antes de cenar.

La cena será nuevamente de vuelta a esta hermosa plaza en la Trattoria Antico Capon donde su precio moderado con una buena calidad de la comida, la convierten en un lugar a recomendar.

Ibamos a ir de bareto de tapas, pero a la hora que salimos las tapas de este concurrido bar estaban más que agotadas. En todo caso lo dejo por aquí porque no es un  mal sitio para ir y escuchar la animada noche veneciana.

Empieza un nuevo día, en nuestro caso será el último antes de volver a casa y hemos decidido irnos de excursión.

Cogimos un vaporetto rumbo a Burano, esa isla que parece pintada por un niño con una caja de témperas. Cada casa es de un color distinto y más alegre que la anterior.

Nuestro pequeño Martí iba feliz con tanto colorido y la situación mejoró aún más con esta preciosa trattoria con pasta casera  y vistas al canal , os dejo el enlace AQUÍ

En el trayecto de ida hicimos una pequeña parada en Murano, donde vimos como soplan el vidrio pero no alargamos mucho más. Atención con el lugar: no apto para manos inquietas ni bolsillos distraídos, porque las tiendas están llenas de tesoros frágiles.

En resumen, Venecia en invierno tiene algo mágico: menos turistas, más calma y una belleza melancólica que te atrapa. Nos fuimos de ahí con los las botas algo mojadas, las manos bastante frías..pero el corazón muy lleno.



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